"Los detuvieron por atentado al pudor. Y nadie les creyó cuando el
hombre y la mujer trataron de explicarse. En realidad, su amor no era sencillo.
Él padecía claustrofobia, y ella, agorafobia. Era sólo por eso que fornicaban
en los umbrales"
Mario Benedetti.
Ella está adentro, y yo, afuera. Podría tratarse de una metáfora cruel
sobre la felicidad, pero no lo es. Es el umbral, y no importa cuál, que nos
separa. Veo una lágrima nerviosa resbalando sobre su mejilla, pero mi mirada no
está borrosa. Tengo la fría sensación de que ella espera que no lo haga. ¿Lo
esperaba?
Cualquiera que viese la última conversación desde afuera, no habría
visto nada más que dos amigos dándose consejos sobre temas sin importancia.
"El negocio es así", "me llevé tu teléfono", "¿qué
harás en navidad", pero, si la conversación no la hubiese visto
cualquiera, sino, tal vez, un músico, un poeta o una actriz, quizá haya
percibido, desde una perspectiva más sensible, una tensión casi infinita que no
lograba conminar a sus protagonistas a proferir preguntas más sinceras y que
delatasen en realidad lo que uno y otro estaba sintiendo. Yo no sé, no puedo
saber, si ella oye las mismas voces. Ignoro si ella, al mirarme y derramar esas
lágrimas, escucha a los que yo llamo mis "dos yo". Siempre he creído
que todos somos capaces, tal vez no de escucharlos, pero sí de pensar que
tenemos dos opciones polarizadas, cuyas consecuencias nos dejan parados
exactamente en el cielo o, en mi caso, en el infierno.
"Vete, no la mires. Es tarde. Cada segundo que la observas, que lo
analizas, es una oportunidad menos de escapar. Ella merece algo mejor, y
seguramente tú también. ¿No consideras egoísta seguir al lado de la persona que
amas a cambio de destruirla y destruirte?"
"Quédate y mírala fijamente. Es ella. ¿Cómo puedes siquiera verla
llorar y no improvisar un abrazo torpe? No importa cuán dura sea la situación
por la que están pasando, si están juntos es más fácil. ¿Qué te hace pensar que
estar solos aumentará las posibilidades de estar bien, si minutos después de
que te vayas empezará tu infierno y tal vez el suyo también. Quédate, abrázala
y quédate".
"Vete, sé fuerte y vete. Estás haciéndole daño quedándote. Estás
haciéndote daño quedándote. Ella dejará de amarte pronto. El amor eterno no
existe. Es una leyenda inventada por cobardes que tienen miedo de estar solos.
Ella te ama, punto. No significa que lo hará mucho tiempo. Si te vas ahora, te
extrañará demasiado; luego, te extrañará mucho; luego, te extrañará, y luego,
bueno, dejará de hacerlo. ¿De verdad crees que ella no ha amado antes? Ya lo
hizo y olvidó a quienes tenía que olvidar. Lo mismo pasará contigo. Poco a poco
dejarás de ser importante para ella, y un nuevo mundo aparecerá ante sus ojos.
Empezará a estudiar, conocerá más personas y se permitirá sentir por otros lo
que ahora siente por ti. Vete ahora. Si la quieres, vete"
"¿Si la quieres vete? ¿Eres estúpido? Si la quieres, quédate. Si de
verdad la quieres, que sienta todo lo que pueda sentir, y que lo sienta por ti.
Tú también eres importante. Estás cansado, irritado, tenso y molesto. ¿Por qué
has elegido creer que ella es la culpable? ¿Por qué no le pides un abrazo? Ella
nunca te lo ha negado. Sabes muy bien que hoy dormirás solo y que en algún
momento despertarás y no la encontrarás y te arrepentirás de haberte ido.
Querrás separarle los brazos durante la madrugada e intentarás abrazarla, pero
ella ya no estará ahí, y será porque elegiste irte, elegiste verla llorar y aun
así marcharte. Será porque elegiste el infierno. Quédate, que ella necesita
amor, y tú también".
"Ahora tienes miedo. Sientes que cada segundo que ella pasa sin ti
la aleja emocionalmente de ti. Crees que intentará "vengarse" y
saldrá con otras personas. ¿Y?, ¿qué importa? Ya te han hecho lo mismo antes y
sigues vivo. Que salga, se divierta, conozca personas. Si ella se convence de
que eres un imbécil y no quiere volver contigo, mejor aún. Si ya ni siquiera
tienes posibilidades con ella, entrarás en pánico, llorarás, fingirás durante
un tiempo que no te importa, pero la buscarás nuevamente y ella te rechazará.
Lo hará una, dos y tal vez tres veces, pero luego te resignarás, poco a poco.
Sabrás que ella dejó de amarte y te parecerá inútil seguir intentándolo.
Jugarás alguna última carta, porque eres experto manipulando. Pero ella no es
tonta y lo advertirá. Lo tomará como un manotazo de ahogado y te verá débil,
triste y patético. Lo que una vez fue amor se convertirá en lástima y, créeme,
dejará de sentir lo que siente con mucha rapidez. No eres imprescindible y
mucho menos irreemplazable. Sólo te quedarán de ella unas cuantas fotos y
ella te hará sentir miserable el día que esté con alguien más y te pida que las
borres. Pasarán los años y recordarás todo esto como la experiencia que te
enseñó a no ser tan imbécil, pero puede que, después de todo, ella esté mejor y
vea lo que pasó contigo como el capítulo de su vida que le sirvió para madurar
y aprender a no ceder ante nadie. Terminarás haciéndole un favor".
Entro en el ascensor. Presiono el botón y advierto que mi dedo está
temblando. "No lloraré hasta que la puerta se cierre", pienso, y
siento que debo aguantar. Al bajar, ella sale por su ventana y me pide con
mucha tranquilidad que suba unos momentos. Empiezo a temblar nuevamente, pero
subo. Imagino dos mil posibilidades distintas en mi mente, pero ninguna ocurre.
Al abrir el ascensor, ella aparece y me dice que he olvidado mi dólar de la
suerte, y me da cien soles de los ahorros que teníamos para que tenga en dónde
dormir. Luego, más tranquila, me dice que es lo mejor para los dos y me pide un
abrazo. Accedo, algo inseguro, y siento que es el primer abrazo que no es el
eterno penúltimo abrazo, sino el último. Después de esto, el frío.
Bajo nuevamente y espero un taxi. Miro hacia la ventana del cuarto piso
y la veo mirándome. Volteo nuevamente hacia la pista y deseo con toda la
voluntad inútil que tienen los humanos para modificar el destino, que un
vehículo se aproxime rápido. Me vuelvo hacia la ventana nuevamente y ella ya no
está. "No voy a llorar", pienso, mirando mi guitarra. Unos segundos
después, ella aparece por la puerta del edificio en donde vive y se acerca a
toda velocidad. Se detiene justo en frente de mí y las lágrimas empiezan a
caer. "Ella me quiere", pienso, y la piel se me eriza.
"Si alguna vez muero recordarás este momento"; "Tú no
sabes retozar, pollo tonto"; "¿Para eso me robas, pollo
estúpido?"; "Necesito amor, dame amor"; "Me desmayo, morí,
ayúdame. Dame amor"; "Soy una pollita de mil seiscientos cincuenta
millones de dólares, y tú eres un pollo chusco y tonto. No sirves para
nada"; "Oye, ámame, ¿dónde estás? Te extraño"; "Me perdí en
un supermercado y un repollo me dijo que tú me habías robado a Google. Ahora lo
sé todo"; "Eres un pollito delincuente. No sirves para nada. Sólo
sabes comer, tratarme mal y oler feo. Pollo chusquín"; "Una vez cada
veinticinco años una pollita se aferra a su pollito y nunca más se va";
"Ya estoy harta. Soy una pollita de mil seiscientos cincuenta millones de
dólares, y desde que me robaste me alimentas mal y me haces dormir en lugares
feos"; "Ya no te soporto, todo el día estás molestándome, te
dejo para siempre, ya no te amo"; "Oye, pollito, estoy
sufriendo. Ven a buscarme. No abandones el equipo. Tengo miedo. Te amo mucho".
muy bueeeno !
ResponderEliminarGeniaal
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