UNA LIGERA SOSPECHA

miércoles, 22 de abril de 2015

Suelo creer que lo que pasa tiene algún sentido. Confío tanto en las causas y los efectos que, cuando experimento la realidad, casi siempre, estoy completamente seguro de que es el efecto de una causa que puedo explicar o que me cuesta explicar o que algún día yo o alguien que no sea yo podrá explicar pero que, en todo caso, puede ser explicada. Naturalmente, alguien que piensa de esa manera, no puede o le cuesta creer en los milagros. En mi caso, la esperanza es nula.
Sé que pienso pues ése es el verbo que le hemos dado a esa actividad que ahora experimento. Imagino situaciones hipotéticas en mi mente todo el tiempo y vivo situaciones que podría llamar reales si estoy distraído y no me atormento con razonamientos rebuscados. Lamentablemente, o agradablemente, no puedo desechar ese tipo de cavilaciones. Tengo la teoría, la ligera sospecha de que solamente yo existo. 
Habrá quien opine, quizá, que no soy el único que lo ha sospechado. El tema principal aquí es que yo estoy seguro de que sí, soy el único, pues sospechar lo contrario sería contradictorio. Si lo que temo es real, lo que yo llamo "los demás" son sólo proyecciones de mi mente que yo he clasificado y encasillado a medida que he ido conociendo. Esta es mi mamá, este mi papá, estos mis hermanos. Este, que hace cosas graciosas, es mi amigo, y este, que me señala y critica todo el tiempo, mi enemigo. La mujer que duerme conmigo es mi novia; el que está en su vientre, mi hijo. Un espectáculo bastante creíble, pero falso. Podrían decirme que no hay pruebas que confirmen mi teoría. Yo les diría, enérgicamente —porque en el fondo sigo creyéndome el engaño— que no hay pruebas que la desacrediten tampoco. Yo sólo soy un cerebro que ve, oye, siente, huele y gusta. Y todo lo que hago lo hago adentro. ¿Quién puede decirme, con asombrosa confianza, que lo que hay afuera es lo que hay adentro? Un estúpido, sin duda, pero eso no es lo que busco. 
Quizá el mundo empezó con mi nacimiento, y con mi nacimiento empezaron las historias de lo que pasó antes de mi nacimiento. Quizá hay otras mentes, no lo sé, en otros universos. Puede que, incluso, yo sea la única mente existente y haya creado a los demás para no sentirme solo. ¿No fue eso lo que hizo Dios acaso? Tal vez sea inútil aclarar que mis sospechas no son egocéntricas o megalómanas. Tal parece ser que no debo rendirle cuentas a nadie. Iniciar interacciones con proyecciones de mi mente sólo está justificado en la locura, si no es precisamente eso lo que es la vida. Una locura, un sueño, una creación cósmica. 
Intento asimilar esta idea, que se hace cada vez más grande a medida que la pienso. Quizá es verdad: estoy solo. Estoy sólo en un departamento en el que creo que hay tres personas más, pero no las hay. Y no sólo estoy solo acá, sino allá y más allá. No importa cuanto camine, viaje, nade, corra, vuele, no encontraré nada real, nada existente. Sólo yo, creando una y otra vez gente nueva, gente vieja. Tendré que morir, como lo hace los otros, para tal vez confirmar o desechar una teoría que me convence cada vez más. Ver a mis padres morir algún día me hará llorar. ¿Recordaré todo esto ese día? Puede que esa sea la función de las emociones: hacernos creer que todo es real o que todo es falso en determinados momentos. 
Me cuesta trabajo recordar mi infancia y desde hace mucho tiempo siento que lo que yo creo que recuerdo no es en realidad lo que viví, sino lo último que recuerdo de lo que viví, que el tiempo suele modificar para completar. Si eso es verdad, el pasado es irrecuperable y quisiera, con más ganas que coraje, que pasara eso con mi futuro. 










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1 comentario:

  1. Entiendo, también, que soy yo el protagonista de tu indiferencia, y mi vanidad te lo agradece...
    me encantó.

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